Hubo un tiempo en el que, siendo yo todavía muy joven, cuidé a mi madre en la última etapa de su vida. No puedo decir que "me tocó", porque fue una elección voluntaria que acepté con la tristeza que conllevan estas circunstancias, pero con la certeza de estar haciendo lo que sentía que quería hacer. Aquello era necesario para ella, muy enferma entonces y necesario también para mí, porque era aquello con lo que yo me sentía bien. Dedicada por entero a cuidarla, intentaba conseguir que estuviera bien alimentada, cómoda (dentro de lo que era posible) y que sintiera mi cariño en todo momento. Cuidarla suponía hacer por ella cosas muy dolorosas y desagradables, que solo alguien que haya sido cuidador habrá experimentado, pero sobre todo, supuso olvidarme por completo de mí misma, de tener ratos para mi hija (muy pequeña entonces) y de los momentos familiares y de ocio. Me dediqué en cuerpo y alma a hacer su vida un poco más agradable. Me había dado la vida y me había cuidado y querido como nadie más sabía hacer y yo me sentía tan unida a ella...me dolía tanto...que me olvidé de alimentarme correctamente y dediqué todos los días y todas las noches a atenderla sin descanso, porque "ella se lo merecía". Si tuviéramos la oportunidad de repetir vidas, sé que no dudaría en repetir aquella experiencia, tras la que (quienes me conocen lo saben) acabé completamente desnutrida y exhausta, pero también sé que lo haría de otra manera.
Esta "guía para cuidadores" nace por sugerencia de una persona muy querida para mí y deseo reflejar en ella mi experiencia, con la intención de que sirva, no solo para mejorar la calidad de vida de la persona que está siendo cuidada, sino también la del cuidador. Deseo que estas páginas sirvan de ayuda a quienes cuidan de una persona mayor o discapacitada en esos momentos en los que no saben qué es lo correcto, pero también animo a estás mismas personas a aprender a cuidar de sí mismas mientras realizan esta tarea tan dura, porque ellas no merecen menos atención que quienes los necesitan.
La persona que está a cargo de otra suele encontrar poco tiempo para cuidarse a sí misma. No puede descuidar a quien atiende y se siente culpable de no dedicarse totalmente a su función de cuidador/a. Sin embargo, es importante que pida ayuda a su familia para intentar repartir las responsabilidades de forma que pueda disponer de tiempo para el ocio y para el descanso. En algunos casos, si la situación económica familiar lo permite es posible contratar a una persona que ayude en el cuidado del familiar enfermo, en otros se pueden solicitar los servicios de ayuda a domicilio de los ayuntamientos o las estancias diurnas que ofrecen algunos centros.
Aprende a poner límites a tu labor de cuidado y no permitas que te demanden más de lo que puedes dar, así es que aprende a decir NO y a exigir ayuda del resto de la familia. Aprende también a no dejar que la personas a la que cuidas te trate de forma airada, porque te mereces su respeto por encima de todo, aunque comprendas que se forma de tratarte es fruto de su enfermedad. Una buena relación se construye y se mantiene con el respeto y la comprensión de todos.
Para evitar situaciones de sobrecarga y agotamiento, debes anticiparte a los problemas que van a ir surgiendo como consecuencia de la enfermedad de tu familiar. Consulta con profesionales y habla con la familia para planificar y tomar decisiones sobre quién, cómo y dónde va a ser atendida la persona que necesitará los cuidados.
Sea cual sea tu caso, ten siempre en mente que si te cuidas estarás en mejores condiciones para cuidar a los demás, por lo tanto, es muy importante que te cuides. Si la atención del enfermo te produce ansiedad, fatiga, problemas de sueño, falta de memoria, si necesitas tomar café o bebidas excitantes y en otros momentos recurres a los tranquilizantes, si te sientes solo/a y tienes cambios en tu estado de ánimo, necesitas ayuda urgentemente.
Cuídate para mantener tu propia salud:
- Duerme lo suficiente
- Aliméntate bien
- No te sientas culpable de necesitar "tener algo de vida propia"
- Sal de casa un rato todos los días y procura mantener tu vida social y tus aficiones en alguna medida
- Sal a caminar o haz algún tipo de ejercicio todos los días
- Relájate y no dejes que la irritabilidad pueda contigo
- Pide ayuda cuando la necesites
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