Intolerancia a la lactosa o ¿por qué la leche me sienta mal?


Cuando alguien dice que le sienta mal la leche es muy posible que tenga una intolerancia a la lactosa (el azúcar natural de la leche) por falta de lactasa, que es el enzima encargado de digerirla desdoblándola en glucosa y galactosa para que pueda ser absorbida a través de las vellosidades intestinales. 



Esta intolerancia puede aparecer a cualquier edad y de hecho se calcula que, solo en Estados Unidos, unos 30 millones de personas mayores de 20 años no toleran la lactosa y que aproximadamente un 70% de las personas adultas de todo el mundo tienen algún grado de intolerancia.

Existen varios tipos de intolerancia a la lactosa:
  • La intolerancia por pérdida progresiva (con la edad) de la producción de lactasa intestinal es la más común.
  • La ausencia total de lactasa desde el nacimiento se llama intolerancia "primaria". Es de origen genético y es la menos habitual.
  • La intolerancia causada por una gastroenteritis bacteriana o vírica o tras la toma de algún medicamento que haya afectado a la mucosa intestinal se llama "secundaria" y desaparece a los pocos días, si se hace una dieta blanda exenta de lactosa.
Los síntomas de intolerancia a la lactosa suelen aparecer entre 15 minutos y 2 horas después de haber consumido un alimento que la contenga y suelen durar entre 4 y 6 horas, produciendo:
  • Dolor abdominal
  • Inflamación del vientre
  • Flatulencias
  • Espasmos
  • Nauseas
  • Diarrea 
El grado de intolerancia a la lactosa varía de una persona a otra. Algunas personas pueden tolerar pequeñas cantidades, mientras que a otras les afecta la más mínima cantidad. 

Para evitar los síntomas se deben eliminar de la dieta todos los productos lácteos, así como cualquier alimento que los contenga, aunque actualmente existen en el mercado cápsulas y comprimidos de lactasa que en ocasiones pueden resultar útiles para ayudar a digerir la lactosa.

¿Qué es una intolerancia alimentaria?

Una intolerancia alimentaria es la incapacidad para digerir un alimento. En la digestión intervienen diversas sustancias, que segregamos por la saliva, el estómago, la vesícula biliar,  el páncreas y el intestino. Por ejemplo, segregamos un enzima diferente para digerir cada tipo de azúcar (el de la fruta, el de la leche, etc.). Cuando la cantidad de uno de esos enzimas es insuficiente para digerir determinado alimento, la digestión de dicho alimento puede resultar muy difícil o incluso imposible, lo que puede ocasionar molestias digestivas como dolor, hinchazón, gases y diarreas o incluso una malabsorción intestinal que ocasione una desnutrición importante.

Se puede tener intolerancia a cualquier alimento, pero las más comunes son la intolerancia a la lactosa y al glúten. 

Las causas de las intolerancias alimentarias pueden ser diversas: 

  • Enzimática (por déficit de enzimas para digerir el alimento, como ocurre en la intolerancia a la lactosa)
  • Farmacológica o química (por efecto de algunas sustancias presentes en los alimentos)
  • Indeterminada (reacciones a aditivos alimentarios)

Comida de invierno para combatir el frío

Con la nieve, la lluvia y el frío, buscamos alimentos calientes, que nos ayuden a entrar en calor. Nunca un caldo caliente resulta tan apetecible como cuando tiritamos de frío, así es que ahora es el momento de volver a las suculentas recetas tradicionales de cuchara, como esas sopas, que parece que nos reconfortan hasta el alma, los guisos y potajes de lentejas, carne o pescado, acompañados de patatas y verduras, el cocido, la fabada o las migas, que desde siempre han proporcionado a los pastores la energía que necesitan para soportar las bajas temperaturas. 

La forma en que se cocinan los alimentos es importante a la hora de elegir qué vamos a comer para calentarnos, ya que, evidentemente, los alimentos tratados con calor nos aportan calor, mientras que las recetas frías tienen el efecto contrario. 

También tendremos en cuenta que existen alimentos que calientan más que otros:


  1. Los alimentos de origen animal calientan más que los vegetales (por eso las ensaladas apetecen más en verano y las carnes en invierno).
  2. Entre los alimentos vegetales, los tubérculos (como las patatas, zanahorias y boniatos) son los que nos aportan más calor.
  3. Los alimentos compactos y secos calientan más que los frescos (las legumbres más que las verduras frescas y los frutos secos más que la fruta fresca). Cuanto más líquido contiene un alimento, más enfría.
  4. Los salados calientan más que los dulces.
  5. Los alimentos de temporada que crecen en invierno son más "calientes".